-Quiero
ser bruja -dice la chica,
con
el valor de su juventud-.
En
su mirar, cadenas rotas,
deja
atrás su esclavitud.
-Cierra
los ojos, -dice el hechicero-
te
llevaré a un sublime trance,
un
poco inútil, sin embargo:
mezcla
magia con romance.
Ella
logra encontrar su cielo,
no
está tan lejos de él,
la
acuarela es su pasado,
pero
él es el pincel.
Un
lobo interrumpe el momento,
él
su poder hace notar:
un
círculo de luz
que
la bestia no puede cruzar.
El
lobo huye
al
ver la multitud que se acerca,
espíritus
de todo tipo aparecen
en
aquella selva casi desierta.
La
chica está en otro mundo,
es
su deber protegerla,
unos
vienen a dañarla,
otros
quieren conocerla.
El
conjuro correcto,
y
los espíritus huyen,
sólo
tres de ellos
en
el inframundo no se escabullen.
-Arlene,
-la abraza-
su
presente y su pasado,
no
deberías estar aquí:
no
es lo que habíamos acordado.
-No
pude evitarlo, -se excusa el chico-
quise
ver cómo estaba.
-Está
bajo mi cuidado,
y
tu tiempo aquí se acaba.
Una
cruz se hace en su pecho,
y
la luz por él se expande.
-No
harás -dice molesto-
que
mi voluntad se ablande.
Quedan
cuatro en el lugar,
Arlene
se acerca y lo cura,
sus
caricias son el viento,
ya
no existen las torturas.
Le
sonríe al otro espíritu,
que
ante la chica se arrodilla.
-Ella
te está esperando,
no
tengas miedo, brilla.
Su
pasado entra en su cuerpo,
y
ella lo experimenta,
en
su cuerpo una selva,
en
su mente una tormenta.
-Debe
parar -dice preocupado-.
-Aún
no, el amor te ciega.
Ella
estará bien, yo intercederé
si
su pasado se niega.
Su
nombre es Vladiamp,
el
trance casi termina,
la
ha tratado muy bien
así
que debes tenerle estima-.
-Despierta, cariño,
has
tenido un sueño agitado,
todo
pasó, no te preocupes
que
yo aún estoy a tu lado.
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