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sábado, 8 de febrero de 2014

El título que usted desee (Primer poema. 2007)

Cierto día iba caminando,
tal como siempre lo hago,
algo en la gente andaba raro,
¡yo no podía creerlo!

Sus ojos estaban cerrados,
y así recorrían las calles,
yo no perdía detalle,
los contemplaba pasmado.

El paisaje era hermoso
donde quiera que veía,
todo florecía
cual pintor haciendo esbozos.

¡Asombroso! me decía,
más mayor era mi asombro,
cuando, al mirar por encima del hombro,
notaba que nadie veía.

Cuando tu felicidad se veja,
no debes cerrar los ojos,
pues es pasar el cerrojo
y encerrarte tras las rejas.

A mis oídos llegó el espanto,
por lo que a lo lejos escuchaba:
al pie de un árbol estaba
una niña hundida en el llanto.

Me acerqué un poco afligido,
me dijo con desconcierto:
"mi corazón está despierto,
por eso puede ser herido".

Me miraba con empeño,
la niña no me mentía,
pues en sus ojos brillantes, veía
brillar corazón y sueños.

“Una vela no fue hecha -le dije-
para, después de prenderla,
correr a esconderla
y que no ilumine ni una brecha.

No ocultes tu humilde luz,
no temas al enemigo,
pues, al herirte, llevará consigo
una marca, una cruz”.

Cuando tu felicidad se veja,
no debes cerrar los ojos,
pues es pasar el cerrojo
y encerrarte tras las rejas.

Puse a la niña en mis brazos,
me soltó, estaba sonriendo,
se despidió y se fue corriendo:
florecía vida a su paso.

Ayer te vi, te estaba buscando.
Te vi, y llovía a cántaros;
y sé que detrás de tus párpados
también me estabas mirando.

Me recordaste a aquella niña.
-Abre los ojos, -te dije-
que el infierno nos aflige
pero el cielo nos anima.

Y si te hieren, si ese es el caso,
no eres pequeña ni frágil,
pero la solución es fácil:
podrás llorar en mis brazos.

Cuando tu felicidad se veja,
no debes cerrar los ojos,
pues es pasar el cerrojo
y encerrarte tras las rejas.

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