Estoy
muy lejos de tus lamentos, del otro lado del caudaloso río, en las
tranquilidades que me proporciona la cacería y el juego. Con una sonrisa
automática contemplo cómo bombardeas despiadadamente el mismo sitio una y otra
vez. Sigues divirtiéndome con tus explosiones, parecen fuegos artificiales
desde donde estoy. En otro orden de ideas, a mi derecha te encuentro, con tu
temor de costumbre. Con el temor de que me apropie de ti y debas dejar todo lo
demás atrás. Aparece un círculo gris en lo alto y es el momento de sacarte de la
jaula de hierro donde te tenían escondida. Te llevo de la mano y a lo lejos, en
el cielo, reímos contemplando el espectáculo de fuegos artificiales nocturnos.
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