Pisar tierra firme al toparme con tu mi-
rada anhelante, y forjar ese tercer camino, lleno
de piedras, pero lleno de sonrisas.
Y una a una, sin prisa ni violencia, cae-
rán las cadenas que atan tus caderas a la tediosa
monotonía.
Son cadenas que se rompen con labios,
no necesito desenvainar mi espada.
Enterraré mis armas en un cementerio
lejano y dejaré que me muerdas placenteramente, que dejes grietas en mi espalda, abriéndote ca-
mino en la noche, y se perderán las antiguas ciu-
dades y las casas llenas de huellas. Me perderé a mí mismo para reencontrarme a tu lado.
Y no te reclamaré mía, ni pondré nuevas cadenas en tus caderas. Te dejaré bailar bajo la
lluvia, besarme bajo la luz del atardecer, y espan-
tar tus pesadillas junto a mí, bajo la luz de la luna.
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