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domingo, 9 de marzo de 2014

Read My Eyes (2012)

Agosto, llueve fuerte. La luna hace su aparición entre las nubes, dando un brillo misterioso a los ojos de nuestro personaje. Sus largos cabellos destilan agua, pero sigue caminando sin detenerse. Por donde pasa, la gente le lanza miradas de interés, algunas miradas le dan a entender que dudan de su cordura. Su sonrisa es amplia y bondadosa, con un atisbo de sarcasmo, pues nadie logra comprender que su búsqueda no tiene descanso, que su alma está despierta, atenta a la menor señal de ti. A lo lejos, ese hermoso cuerpo entrando sin titubear a un bar. Dos minutos más tarde, él entra. Se sienta en la barra, pide uno, dos, tres tragos.
Uno a uno, todos caen en el juego de ella. Uno a uno, todos quedan humillados al no recibir nada. Su sonrisa de satisfacción no podía ser más grande cuando se sentó al lado de él.

-Y tú: ¿no vas siquiera a mirarme?

-Más que mirarte, te estoy leyendo.

-Invítame a un trago.

Él voltea por primera vez para mirarla directamente a los ojos, y su sonrisa se borra, mientras la de él se ensancha.

-¿Qué ves en mis ojos? -pregunta él.

-¿Qué clase de pregunta es esa?

-Hasta luego.

Se levanta de su silla, da uno, dos, tres pasos; son siete pasos, para ser más exactos, los que separan a uno del otro. Él vuelve a la lluvia, deseoso de sentir la mano tomando su brazo, obligándolo a detenerse. No tuvo que esperar mucho.

-¿Quién eres?

-Alguien decepcionado de tus palabras.

-Ni siquiera me conoces y ya me desprecias.

-Te conozco demasiado, y no desprecio lo que eres, sino lo que aparentas ser.

-¿A qué te refieres?

-Pediré un taxi, iremos a mi casa y te enseñaré.

Secos en la chimenea, una botella de vino vacía, la segunda a la mitad...

-Te daré una segunda oportunidad: ¿qué ves en mis ojos?

-Es una llama, algo que no puedo entender.

Él se levanta, toma una venda, le tapa los ojos, acaricia sus cabellos. El sonido del violín rompe el silencio, ejecutando una melodía que la lleva a un lugar tan lejano y tan cercano como la mirada de aquel hombre.

-Puedo ver como se desintegra la venda.

-Pero si está bien amarrada, no sé de qué hablas.

Su siguiente frase fue bruscamente interrumpida por un beso, seguido de una caricia, seguido de ropas haciéndose a un lado. Y en medio de las sábanas, ella finalmente comprendía la mirada de aquel hombre, al que no dejaba de mirar con los ojos cerrados a través de la venda.

-Bienvenida. Al fin dejas de esconderte.

Septiembre, el Sol hace su baile de fuego en lo alto. Él no tiene la fuerza de la luna, pero no la necesita, pues está mezclándose entre la multitud de la mano con ella.


...No hay misterios en la cueva más profunda, para la mano que lleva la antorcha...

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