(A los políticos, a los malandros, e incluso a los malandros políticos)
Un proyectil
que concluye su trayectoria
en la memoria de dos.
Un corte profundo
que no sana ni el más experto,
pues yace como muerto
sin razón aparente.
Y él que era tan sonriente
y tan servil.
Entre la sonrisa de dientes sucios
y los ademanes inconclusos,
A veces indescifrables,
se esconde el hecho palpable
de que tu vida perdió importancia,
de que el poder alimenta las ansias
Y de que, una vez más,
el sujeto encapuchado
te puede llevar.
Tener honor
es renunciar al poder,
porque los que tienen poder
ya no reparan en los medios.
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