«Sacás una idea de ahí, un sentimiento del otro
estante, los atás con ayuda de palabras (…) y resulta que te quiero» Cortázar.
Comienza
como un ínfimo punto, pero luego se expande, inundando la habitación. Es tu
danza, querida. Es el rayo del Sol que se le fue de las manos a las cortinas y
dejó entrever, fugazmente, tu ombligo.
Son
tus manos, son las mías aferrándose a tu rostro.
Eres
el regalo al pie del árbol de Navidad que, para ser honestos, nunca quise poner
ahí. Sólo tengo que aprender a desenvolverte sin romperte la envoltura.
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