“…yo,
con los ojos abiertos, trato de escapar de la pesadilla…”Alejandro Jodorowsky.
Afuera, día y noche, todo es un
caos. Las paredes y ventanas de mi habitación amenazan con asumir un color
plateado, con endurecerse y transformarse en gélidos barrotes, con no dejarme
escapar. Ya no quiero encender el televisor, porque sé que entre colores vivos,
deambularán personas muertas, fuego y destrucción. El mundo es amplio sólo para
los de arriba; para nosotros, pobres de poder social, el mundo es un
compartimiento húmedo y oscuro con olor a cuero desgastado.
En la esquina, un señor muy formalmente vestido negocia, con
una sonrisa más falsa que su felicidad, el precio de la mercancía. Para él, un
par de monedas de oro es suficiente por cada persona. El vendedor quiere tres y
se muestra reacio a regatear, pues ha trabajado gran parte de su vida con
políticos y es inmune a sus elaboradas artimañas. El político termina
accediendo: desordenadamente, saca su cartera y comienza a llenar bolsas con
cientos de miles de monedas de oro, mientras el vendedor, en un diminuto
bolsillo de su cartera, va metiendo cientos de miles de personas desorientadas
que de inmediato ven al político como a su nuevo Dios.
Se hace de noche y los gélidos barrotes me aprisionan las
costillas y me impiden respirar. Sé que en cualquier momento vendrán por mí,
pues soy uno de esos errores del sistema; una de esas personas que, por alguna
extraña razón, no cabe en una cartera. Tendrán que correr más rápido que yo.
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