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lunes, 7 de abril de 2014

El exterminador (19 de Marzo. 2014)

"¡Ángeles de mierda! ¡Ojo por ojo; en el sueño ustedes me hacen reventar, en la vigilia yo los reviento! ¡Tengan! ¡Que sus cuerpos quizás fríos como el de los peces se traguen mis balas ardientes! ¿Qué? No caen… No se retuercen en la agonía… No hay agujeros humeantes en sus impermeables… ¡Pero si tienen el vientre lleno de plomo! Ni una herida, ni una gota de sangre, yo tenía razón: ustedes no vienen de ninguna parte, salen de mi mente, están hechos de sueño. Las balas reales no matan a las alucinaciones.
-Ni las balas falsas matan a los seres reales” Alejandro Jodorowsky.

         Como exterminador experto en todo tipo de seres sobrenaturales, he presenciado millones de veces, muchas bajo la sombra de mis propias manos, el tenue desvanecimiento de gran cantidad de espíritus, almas, ángeles, demonios y multitud de seres difíciles de catalogar.
        Muchos dejan una huella, una herida, un mordisco envenenado, una sonrisa honorable. Muchos caen en el anonimato, no logran ni acercarse, son simplemente un blanco fácil que olvido a los pocos minutos.
        Muchos renacen un par de veces más, sedientos de venganza. Una y otra vez, vuelven a desvanecerse.
        Algunos se quedan, te persiguen, renacen infinitamente y de una forma tan inmediata que resulta una pérdida de energía combatirlos. De esos algunos les voy a hablar hoy.
        Perseguir a la oscuridad es también formar parte de ella. Es una labor agobiante que muchas veces puede llegar a parecer inútil. Es vivir asediado por parásitos venenosos, pues es evidente que mientras más blanco sea algo, más fácil se mancha. Las entidades de gran potencia se combaten desde adentro, pues en su exterior están amuralladas de tal forma que resulta casi imposible hacerles daño. Es por eso que, para combatir la oscuridad, debes hacerte uno con ella, caminar por oscuros desiertos, dejarte consumir y renacer.
        Soy perseguido y atacado constantemente por ocho demonios, una sombra negra y un idiota que se esconde detrás de la sabia a imponente figura de un león para fingir ser bueno. Pero no importa cuánto me asfixien cobardemente mientras duermo; tampoco importa que aumenten el peso en mis hombros ni que me hieran de la peor forma posible, porque las sanguijuelas no son inmortales, y tarde o temprano desaparecen.

        Acércate un poco más, sin titubear tanto.

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