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sábado, 16 de mayo de 2015

Huyamos (25/12/2014)

Lo que quedaba de mi guerra era un océano de sequía, donde los peces más tercos todavía aleteaban en el polvo. Eso, y la vieja biblioteca, donde en los peores momentos todavía aparecía un gato negro a reposar en mi pecho.

Salió de un libro, irreverente y asustada. Infringió la ley, al parecer; se robó la llave fría de alguna puerta del cielo.

Me dijo "huyamos" y la seguí sin pensarlo. Nos perseguían la policía y unos cuantos seres mitológicos. Y yo no había hecho nada, pero ella dijo "huyamos", y yo, como dije, la seguí sin pensarlo.

Comenzó nuestra huída, y las rosas lloraban al vernos correr, pero su sonrisa taciturna se pegaba a mis costillas. Sus palabras aleteaban, meciendo la llama de las velas. Las fogatas nos duraban poco, pero la llama que había en sus labios no se extinguía jamás.

Un par de semanas después nos vimos acorralados entre una patrulla y un viejo fénix, pero yo confié en ella y cual harakiri, hundí la llave en el charco de mi pecho y la giré con dolor, sangre y dificultad. "Huyamos", me dijo.

Siglos después, comprendí que no era ella, ni era yo... éramos todos.

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