"...me mordió con ansias de antropófaga, supe que sería devorado por ella y sólo quedarían sobre las sábanas los despojos de un moribundo que sucumbía a la ternura, pobre Diablo que se dejó comer en el amor" Miguel Mejides - Perversiones en el Prado.
Luego del segundo orgasmo, surgieron
colmillos de sus piernas, de sus manos... de susojos. La criatura se aferraba al otro cuerpo con una ternura implacable, asesina. Era un baño
rojo de amor. Un amor que vociferaba con
locura, pues los vecinos no estaban.
Y cantaba, les juro por sus almas que
cantaba por todas sus bocas entre gemidos, y
arrastraba las casas, el cielo... hasta las
estrellas las devoraba en una exhibición de
apetito feroz.
Puso su ser en sus uñas, que enterró sin previo aviso en el pergamino donde hacía su obra de arte: y ahí mismo, por las diez rendijas, fue
capaz de poseer ambos cuerpos.
Fue entonces cuando cantamos juntos en
medio de la luz roja que se convirtió en lo
único que quedaba en el universo además de
ella.
Y desapareció, o yo desaparecí en ella cuando me devoró también a mí, con todo y luz.
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