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miércoles, 10 de septiembre de 2014

Eternidad (8/Sep/2014)‏

"Fuimos al bosque a cazar conejos, pero al final nos arrepentimos. Así que tuvimos que cazarnos entre nosotros" Brenda Castillo.

Aprendí a cazar a temprana edad. Llegaba borracho a la casa, con la cena sobre los hombros o en las manos, y mi vida giraba en torno a las armas blancas y la cacería desmedida.

Nadie se pregunta por qué una flecha nunca se parte, si puedes usarla mil veces y dar en el blanco con ella, siempre.

Llegaste tan sigilosa, y pisando mi territorio tan firmemente, que te confundí con un tigre. Así que te disparé mi flecha entre ceja y ceja antes de poder vencer mi instinto de supervivencia.

Todo sucedió en milésimas de segundo, y a la vez fue eterno. El tiempo es subjetivo y maravillosamente moldeable cuando de amar de trata.

Nos fuimos a una taberna y luego paseamos por entre los árboles, charlando y bebiendo vino copiosamente.

Nos contamos la vida entera, y eso que nunca hicimos el amor con los ojos abiertos.

Tú tenías conejos blancos en tu casa, y te hacían compañía. Yo tenía conejos negros, muertos, en la mía: eran mi comida favorita.

Tú me hablabas de poesía y recitabas versos perfectibles que sólo le quedaban bien a tu voz. Yo estudiaba minuciosamente tu cuerpo con mis dedos.

Un día te vestiste con tu pijama y me besaste por primera vez. Dijiste que era un beso de buenas noches.

Fue entonces cuando finalmente mi flecha terminó su recorrido, pero no era el mismo recorrido que yo había dibujado, o tal vez sí.

Esa noche llegaste borracha a tu casa, conmigo (lo que quedaba de mí) en tus manos, y no hubo sufrimiento, porque a veces una fracción de segundo es eterna. Sólo me dejaste caer al suelo, a mí y a mi flecha, partida a la mitad, y fui la almohada de todos tus conejos blancos esa noche.

José Tedesco

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