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lunes, 8 de septiembre de 2014

Intervención (5 de Septiembre. 2014)

"No basta con eliminar el corazón para borrar el amor" Psicóloga desconocida, pesadilla del 12/8/2014

Se presume, observando el pálido firmamento, que el diluvio será abundante y tormentoso. Al menos eso indica la mujer que se pasea tranquilamente de un lado a otro de la sala, con esa bata blanca que la hace ver tan elegante y tan imponente.

Nadie sabía que estaba ahí, y ni siquiera yo mismo podía determinar si estaba soñando o en plena y cruda realidad. Supongo que era mejor así.

"La infección se hizo más fuerte, cariño. La operación no tendrá éxito, y temo que te va a doler un poco más. Pero descuida: prometo que estarás sano". A las mujeres con voz y palabras hermosas, como ella, se les responde de dos formas: o huyendo, siendo presa del miedo, o dejándose cautivar, siendo presa del encanto. No conozco ninguna otra forma razonable de confrontar tanta fuerza. Yo decidí dejarme cautivar. Era miel lo que mantenía húmeda esa curiosa lengua, que parecía una adorable víbora cada vez que hablaba.

Por supuesto que la amé en seguida. Amaba su voz, canción de cuna para mis preocupaciones y dolores. Amaba sus palabras, la forma en que las oraciones parecían manjares. 

Si hubiese sido ciego, la hubiese amado más.

Era demasiado para alguien que escribe, pero me quedé ahí, irremediablemente embriagado, dedicado a escucharla y escribirle. Escribirle, porque hablar sería insultar el momento, como ponerse de pie en el cine en mitad de una película y comenzar a gritar.

Si hubiese sido mudo, me hubiese amado igual.

Por supuesto que se negó rotundamente (cosa que ya yo veía venir), en mitad de la operación, a removerme el corazón. Ella tenía más esperanzas en mí que yo mismo. Es hermoso el amor entre una guía y un perdido.

Y desde entonces la cicatriz en el pecho late por el extraño individuo que tiene debajo.

Ella consiguió la forma de sanarme en poco tiempo. El dolor no llegó a acentuarse lo suficiente cuando ya se estaba esfumando. 

Yo no volví a hablar. La llevaba al lago cuando había luna llena y ella dormía en mis piernas mientras yo le escribía hasta que despertara.

¿Que si hubiese sido sordo? No lo hubiese soportado, y se estarían ahorrando esta lectura.

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