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miércoles, 8 de octubre de 2014

De hierro y miel (6/10/2014)‏

¿Por qué un Muro de Berlín entre mis manos y tu falda?
¿Por qué negarme a ser esclavo de tus uñas en mi espalda?

Ella parte las botellas de vino en mi cabeza
y siempre juega con su sombra cuando besa.
Para ella soy la mesa
cuando apoya su cerveza,
cuando se sienta a comer,
Y adoro cuando, con delicadeza,
me da en la boca una fresa
y me dice con placer: "no te puedes esconder".

Ella esparce las colillas por el piso
cuando pongo en sus costillas el aviso.
Ella sabe, por la forma en que me aferro
a su perfumada clavícula de hierro,
que no ansío más que el encierro
que esconde su paraíso.

Ella sabe, porque los ojos no callan,
que enfermaré de muerte cuando se vaya.

Y como tarde o temprano estaré moribundo,
no pienso en eso, y en su ombligo me hundo.
Y el naufragio es tan dulce
como una espada de miel.
Que me atraviesa la piel,
que me arrebata la hiel.
Procura no gritar mi nombre,
si piensas volver a él.

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José Tedesco

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